Al empezar a escribir este texto, tenía
de manera inevitable que escuchar la música de las Alegres Ambulancias, del
Sexteto Tabalá, entre otros grandes músicos palenqueros que nacen con el sabor
y el son en la sangre, gran herencia de sus ancestros africanos. Y es que ir a
palenque no es solo encontrarte con tus raíces, es más que eso, es mirar como
un pueblo que ha surgido con sangre y coraje es agradecido por sus antepasados,
y aún lucha por preservar sus costumbres y rituales.
En San Basilio de Palenque, el sol te
abraza para darte a entender que el color de cada una de las personas que allí
habitan es justo y necesario para que puedan soportarlo, sus sonrisas dejan al
descubierto unos irreales dientes blancos, envidia de muchos de mis
amigos, y al detallar sus pieles notas que son tersas y duras, no tienen que
preocuparse como las mías, por un asomo
de celulitis.
Al llegar, nuestros guías Gabino y Jualberto
te atienden en su habitual palenquero, una mezcla de portugués, castellano y
lenguas bantúes; el kikongo y el kimbundu, una lengua criolla que nace por la
necesidad de comunicación y que desde hace un tiempo está siendo rescatada,
porque los abuelos no les permitían a sus nietos hablarla por miedo a que
fueran discriminados.
La historia de los “Kuagros”, las
asociaciones entre varias personas en palenque que brindan su amistad, consejo
y ayuda incondicional, una costumbre adquirida de sus antepasados africanos,
fue una de las muchas que nos contaron nuestros guías, pero para mí, la
más fascinante, una muestra clara de lealtad, amistad y gran fraternidad, es
saber que puedes contar con alguien incluso después de la muerte.
De esta manera, cuando una persona
muere, el kuagro al que pertenece, que puede ser mixto, se encarga de los
gastos monetarios del velorio. Según este ritual Lumbalú conservado por
la tradición palenquera, cuando alguien muere se desprenden 3 almas y
cada una de ellas amerita un ritual diferente para despedirse.
La primera alma se despide a través de
las canciones que se expresan en el ritual con tambor para que se encuentre con
los otros en el más allá, que no es el cielo como muchos de nosotros creemos,
sino que según esta creencia es lo más alto del continente africano, de donde
ellos vienen y esperan retornar, por lo que este ritual busca que el alma no se
extravíe en su camino al más allá.
Para despedir a la segunda alma, el día
del velorio a las 12 de la noche entre los miembros del kuagro al que
pertenecía el difunto, se realiza un juego llamado “apile el arroz”. Las
mujeres toman un balaí y los hombres un palo, luego hacen dos hileras, una de
hombres y otra de mujeres que van bailando y cantando “apilé el arro coooyo
que el que lo apilaba se acabó”, por todos los espacios que recorrió
el difunto en vida, siendo el destino final el cementerio.
La tercera alma se despide a las 4 de
la mañana, por una persona con amplios conocimientos católicos, que profiere
algunos rezos.
Durante la ceremonia fúnebre que dura 9
días se matan cerdos, chivos, gallinas, por lo que hay una amplia gastronomía y
muestras culinarias que sacian la necesidad alimenticia de los participantes en
el acto fúnebre. También es muy común que hagan juegos, ya que según sus
creencias estas son espacios melancólicos que deben hacerse recreativos, para
que las personas permanezcan activas y participativas.
Algunos no lo podemos explicar, pero
ese viaje nos dejó muy contentos y asombrados cuando al parecer no había razón
para ello, porque por ejemplo en el centro histórico vemos cada día palenqueras
que venden sus cocas, alegrías, caballitos y enyucaos, pero para muchos de los
que estuvimos allí, las cocas que nos vendía “Martina” la voz líder de las
alegres Ambulancias de Palenque eran las más ricas que habíamos probado,
supongo que comer al son de “la cosita de las señoras” tiene su encanto.
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